martes, julio 27, 2004

Juicio y sentimiento 4

Juicio y sentimiento
Folletín filo-socio-psico-lógico
Capítulo 4. Bondad y egolatría

En el capítulo anterior nos preguntábamos (tú y yo) si la descripción que un tal Bucke hacía del poeta Walt Whitman podía creerse. Resultaba difícil pensarq ue alguien pudiera tener tantas virtudes y no ser un santo insoportable. Más teniendo en cuenta que Whitman se escribía poemas a sí mismo, que es una cosa que casi nadie soporta, como demuestra las críticas que ha despertado Michel Moore con su última pelicula (de eso hablaré pronto, cuando la vea). En fin, ¿era así Whitman (ver capítulo 3) o no? Bucke, que le conoció personalmente y al que William James considera incluso su discípulo, dice: "Cuando lo conocí, pensaba que se conducía con cuidado y se controlaba, que nunca hablaba con antipatía, quejaba o protestaba, no se me ocurrió la posibilidad de que careciese de esos estados de ánimo; sin embargo, tras mucho observarle descubrí con satisfacción que esta ausencia o inconsciencia era totalmente real. Nunca hablaba con desaprobación de ninguna nacionalidad; ni de ningún tipo de hombre, de ninguna época de la historia del mundo ni de ningún oficio ni ocupación, ni siquiera; contra animal alguno, insecto o cosa inanimada, ni de ley alguna de la naturaleza ni de las consecuenvcias de estas leyes, como pueden ser las deformidades, las enfermedades o la muerte. No se quejaba jamás del tiempo, ni del dolor ni de la enfermedad, ni de ninguna otra cosa; no juraba jamás, tampoco lo podía hacer porque no hablaba nunca enfadado y, aparentemente, nunca lo estaba. Nunca mostró miedo y no creo que lo tuviera jamás." Asó que, como se ve, no parecía haber en Whitman tal autocontrol, y más si tenemos en cuenta, como dice William James, que:   "Walt Whitman debe su importancia literaria a la negación sitemática de sus escritos de todo elemento restrictivo. Los sentimientos que se permitía expresar eran de orden expansivo y los expresaba en primera persona, no como los describirían los individuos vulgares monstruosamente presmidos, sino excitado por las emociones de todos los hombres de forma que una emoción ontológica, apasionada y mística cubre sus palabras y acaba persuadiendo al lector que los hombres y las mujeres, la vida y la muerte, y todas las cosas, son buenas de una forma sublime". Naturalmente podemos considerar que William James, que también conoció personalmente a Whitman (me parece que lo dice en su libro más adelante) estaba mal informado, que el compañero de Whitman Bucke mentía y que Whitman era un hipócrita, pero seguramente resulta más fácil pensar que a Whitman le pasaba eso que decía Bucke y que yo he marcado con negrita y en naranja un poco más arriba: "Cuando lo conocí, pensaba que se conducía con cuidado y se controlaba, que nunca hablaba con antipatía, quejas o protestas, no se me ocurrió la posibilidad de que careciese de esos estados de ánimo".  A esto me refería yo en los capitulos anteriores: no tienes que ejercer el autocontrol si no tienes nada que controlar.  Como este ensayo folletín es una especie de Canto a mí mismo, he traído aquí a Whitman para mostrar que uno no tiene por qué ejercer el autocontrol en sus relaciones con los demás, ni reprimir su enfado, su ira o su odio si no piensa qeu a su alrededor sólo hay estupidos, tonto o incapaces. Si uno no siente siquiera el placer de hablar mal de lo demás, de vengarse de alguien, si no está dominado por prejuicios estúpidos o deseos mezquinos, si no desea el mal de los demás, sea conocidos o desconocidos, amigos o enemigos, ¿qué es lo que tiene que controlar? ¿Qué es lo que tiene que reprimir? Puesto que si dejara esto aquí me ganaría (tal vez merecidamente por una vez) el calificativo de Mayor Ególatra del Universo o, lo que es peor, Aspirante Primero a la Santidad Cósmica, por el momento diré que no considero la actitud de Whitman, ni la mía en lo que coincide con la suya, como algo extraordinario, sino como lo más natural, sencillo y espontáneo. Lo raro y lo artificial me parece lo otro: odiar con odio visceral, buscar los defectos de los demás y disfrutar con su enumeración, detestar a alguien sólo por el nombre, la nacionalidad e incluso la ideología, tener deseos de venganza, acumular frutraciones, seguir la terapia del pecado y el arrepentimiento (que explicaré en próximas entregas). Eso es lo raro, lo rebuscado, lo artificial, en definitiva, lo falso. He de aclarar, sin embargo, que mi amor hacia el universo no se pudede comparar al de Whitman y creo saber por qué. Al parecer., Witman no distinguía en su amor absoluto entre el bien y el mal: "Lo que llamamos buenos es perfecto y lo que llamamos malo es igualmente perfecto" Yo sí distingo entre el bien y el mal. En el proximo capítulo haré un desnudo integral de mi conciencia moral (un asunto que suelo mantener siempre oculto)
 
Continuará... 


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