sábado, julio 24, 2004

Juicio y sentimiento 3. ¡Dios mío, otro americano no!

Juicio y sentimiento 3. ¡Dios mío, otro americano no!  

En el capítulo 1 de esta serie, que es como un culebrón o un ensayo por entregas) hablaba del autocontrol y en concreto de mi supuesto autocontrol. Negaba que yo me autocontrolase y decía por qué: no necesitaba hacerlo. En el segundo capítulo hablaba de William James y de su libro Las variedades de la experiencia religiosa. ¿Cuál es al relación entre el capítulo 1 y el 2? Es algo que William James cuenta acerca de Walt Whitman. Walt Whitman es un poeta americano (estadounidense), también decimonónico. Está considerado como el más grande poeta de Estados Unidos y su persoanlidad resulta asombrosa en una época que asociamos a la austera y severa Reina Victoria, lo que David Stove llama el horror victorianorum. Sin embrago, si miramos con más atención, descubriremos a unos cuantos personajes que no se ajustan a ese tópico vistoriano (a lo mejor nos sorpredería la propia reina Victoria). Muchos de ellos son americanos, como Thoreau, autor de Walden e inspirador de la desobediencia civil (junto a La Boetie) y hoy en día adorado por anarquistas  y uno de los santos patrones del ciberspacio; Ambrose Bierce, autor del Dicionario del Diablo, mejor en mi opinión que  el Diccionario de filosofía de Voltaire y del Diccionario de lugares comunes de Flaubert. Quien quiera leer el Diccionario del Diablo de Bierce, puede hacerlo en este vínculo: Diccionario del diablo Pongo algún ejemplo:

Abdicación, s. Acto mediante el cual un soberano demuestra percibir la alta temperatura del trono.

Aborígenes, s. Seres de escaso mérito que entorpecen el suelo de un país recién descubierto. Pronto dejan de entorpecer; entonces, fertilizan.

Y éste que le gustará a mi querido amigo Java Jenner:

Paraíso, s. Lugar donde los malvados cesan de perturbarnos hablando de sus asuntos personales, y los buenos escuchan con atención mientras exponemos los nuestros.

 

Otros americanos de la época: Edgar Allan Poe, Herman Melville (autor de Moby Dick y Bartleby. Podría seguir y no parar, porque los Estados Unidos en el siglo XIX y en el XX han dado a la cultura mundial un verdadero diluvio de delicias, no sólo MacDonalds y Bushes.  Volviendo a Whitman, lo cierto es que su personalidad quizá resulta asombrosa incluso para el día actual. Creo que si hay alguien con el que se puede comparar a Whitman es Aristipo el cirenaico o Francisco de Asís. Whitman amaba con tanta pasión todo que no tuvo más remedio que escribir el Canto a mí mismo, que es quizá la más elocuente demostración de que el amor al universo y el amor a uno mismo no se oponen, sino todo lo contrario.

William James recuerda lo que decía Bucke de Whitman:

"Su distracción preferida parece que era pasear y dar vueltas solo, contemplando la hierba, los árboles, las flores, las perspectivas de luz, los aspectos cambiantes del cielo, escuchar los pájaros, los grillos y los cientos de sonidos naturales; era evidente que estas cosas le proporcionaban un placer mayor que a la gente corriente. Hasta que le conocí no se me había ocurrido que se pudiera obtener tanta felicidad de esas cosas, tal y como él la poseía. le gustaban mucho las flores -silvestres o cultivadas-, le gustaban todas; creo que admiraba las lilas y los girasoles tanto como las rosas. Tal vez no haya habido hombre alguno al que le agradaran tantas  cosas y le desagradasen tan pocoas como a Walt Whitman. Todos los objetos naturales poseían para él algún encanto; todo cuanto veía y sentía le complacía; (parecía y pienso que era verdad) que le gustasen todos los hombres, mujeres y niños que veía (auqnue nunca le oí decir que le gustase alguno), pero cuantos le conocían se sentían amados y amaban a su vez a los demás. Jamás discutía ni se peleaba, y nunca hablaba de dinero. Siempre justificaba, unas veces en serio y otras en broma, a quienes hablaban de él duramente en sus escritos, y pensé a menudo que incluso gozaba con la oposición de su enemigos."   Un temperamento como este es el de un santo, un santo pagano y ateo, que ama al mundo con la misma intensidad que Francisco de Asís, pero sin ver a Dios detrás. Se puede sospechar, y a menudo se hace y con razón, si detrás de este santo no se esconde un hipócrita, un falso, alguien que controla sus emociones y sonríe falsamente al mundo. Una duda que tal vez sea contestada en el próximo capítulo. Mientras tanto, puedes leer algo de Whitman:


"Canto a mi mismo"

Me celebro y me canto a mí mismo.
Y lo que me atribuyo, también quiero que os lo atribuyáis,
pues cada átomo que me pertenece también os pertenece
a vosotros.

Vago e invito a vagar a mi alma.
Vago y me tumbo a placer sobre la tierra,
para contemplar una brizna de hierba estival.
Mi lengua, cada molécula de mi sangre emanan
de este suelo, de este aire.

He nacido aquí, de padres de cuyos padres
nacieron aquí
y cuyos padres también nacieron.
A los treinta y siete años de edad, en perfecta salud,
comienzo a cantar,
deseando hacerlo hasta la muerte.
Que se callen los credos y las escuelas,
que retrocedan un momento,
conscientes de lo que son y sin olvidarlo nunca.
Me brindo al bien y al mal,
dejo hablar a todos,
a la desenfrenada Naturaleza
con su energía original.  

Página con la obra completa de Whitman (en inglés)
whitman Originally uploaded by hedwig.


 

Continuará...



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